Este texto comienza con mi primer DJ set, con amor y vergüenza:
Tiene como descripción un poema de Roberto Juarroz que habla sobre lo que es buscar algo: Buscar una cosa / es siempre encontrar otra… Por medio de ese set llegó a mí este texto sobre un viaje, una búsqueda, el extravío y, por supuesto, sobre el encuentro; siempre de otra cosa, pero al fin y al cabo un encuentro.
Buscar silencio y encontrar…
Planeé un viaje a México. Quería irme sola para Ciudad de México y caminar por sus calles, ir a pensar y escribir en cafés, e ir a leer a algún parque. Principalmente, quería poner a prueba mi soledad para encontrar más fuerza allí. Entre mis planes estaban ir a lo que fue el convento de Sor Juana Inés de la Cruz, ir al Café La Habana, donde Gabo tomaba café con sus amigos literatos, e ir alguna tarde a la Cinemateca a ver cine para salir de allí conmovida y confundida.
Pero tuve un solo día de soledad: mi cumpleaños. Recibí el día entre calles con árboles que parecían gigantes cuidando el mundo de fantasía que existía a sus pies, y acabé el día en un diminuto bar de té, donde solo habían dos mesitas muy pegadas al suelo y me sentí precisamente como una anciana de 27 años metida en una casita de muñecas que ya no me partenecía.
Y luego, llegaron las amigas. Llegaron como llega la luz, como llega la música. Llegaron con armonía, con melodía. Dando el espacio necesario, sabiendo medir el tiempo. Y me acompañaron durante todo el viaje, fueron dejándome sus gestos e historias en los cafés al desayuno, al cruzar todas las calles, al botar las cenizas de un cigarrillo. No visité a Sor Juana Inés, pero me confesé con mis nuevas hermanas, dispuestas a escucharme en todo lo que quisiera. Y la sorpresa de su amistad me conmovió y me confundió como la película que no vi en la Cinemateca a la que nunca fui.
Alguno de esos días, escribí sobre ellas lo siguiente:
Ando perdida y conmovida. Estoy conociendo a Y, S y A.
Mi primera impresión de Y fue la de una autoridad. Me empequeñecí al lado de su presencia, apenada e insegura. Entendí que sabía cosas que yo no sabía. Intenté conversar con ella, buscando su aprobación como una buena alumna, buscando un gesto que me dijeran “sí, está bien”. Sin embargo, ella parecía no ver en mí a una alumna del todo, así que nuestras primeras charlas tuvieron iguales cantidades de desconfianza y respeto mutuo.
Con S, en cambio, confiamos rápidamente en la otra, animadas por sernos espejo. Ambas compartimos la misma belleza latina de ojos cafés, mirada coqueta y cejas muy pobladas. Su locura es un abrazo grande y ruidoso. Su amor tiene mucho fuego. Conversando hemos descubierto que nos parecemos y eso solo me emociona, porque si realmente yo soy así, entonces soy increíble.
Datos favoritos de S hasta el momento: es la hermana mayor y está descubriendo la vida ella sola, ama a Rocío Durcal, no acepta: hombres que no den la vida por ella, comida maluca o mediocridad en general. He pensado que ella es la definición de reina, y ahora solo le quiero decir “reina”.
Mi primera impresión de A fue tremendamentre transparente. Vi su alma en un segundo, triste y necesitada como la mía. Un día llegó a la terraza, se sentó muy cerca a mí y me contó todo lo que le pasaba. Le hice una meditación de inhalar por seis, sostener por cuatro, exhalar por seis y sostener por dos. Mientras le decía las instrucciones y contaba hasta seis y hasta cuatro, intenté concentrar todo lo que tenía de tranquilidad para dársela. Cuando abrí los ojos, vi tan de cerca a esa mujer rubia de rasgos alemanes, una belleza imponente; estaba respirando con cuidado y siguiendo mis instrucciones, confiando plenamente en mí. Nos habíamos conocido el día anterior, en el que ambas cumplimos años —ella me lleva ocho—. Desde entonces, siempre la quiero abrazar.
He entendido que Y decide cuidadosamente con quién abrirse y que, cuando lo hace, es un libro abierto: desde hace muchos años salió de viaje para no volver, y sabe que en algún punto de su vida dejará de hablar con toda su familia, incluyendo sus padres. También, tuvo un accidente en Nicaragua y está segura que murió allí. Es muy astuta, siempre tiene una respuesta para todo, y es muy cómica, su humor consiste en decir lo que nadie se atreve. Tener su confianza es un regalo que sé que debo apreciar porque no se la da a muchas personas. Y hoy me pregunto si alguna vez, por alguna razón, necesitará una meditación de seis-cuatro-seis-dos…
Una falacia por conveniencia
También encontré amor en el viaje. Un amor de días. Tal vez, pienso, todos los amores duran solo días. La diferencia es qué pasa en esos días, a qué saben, cómo se vivien y dónde. La verdadera diferencia es qué tan hondo calan esos días. Pero a fin de cuentas, son solo días.
Mi amor de este viaje duró siete días, para ser exacta. Al día seis, luego de haberse atravesado medio país para verme y luego de haber caminado por la playa y habernos confesado cosas que nunca le habíamos dicho a nadie, me contó que llevaba un diario y que lo traía consigo. Entonces, hicimos algo que nunca habíamos hecho: intercambiamos nuestros darios para dejarnos una pequeña carta. En la mía le dije que me producía ternura y miedo en iguales cantidades. En la suya, me dijo que lo nuestro, ese amor inesperado, esa aventura que pareció destino, era una “falacia por conveniencia”. Ahora, esto solo me hace pensar en que eso es buscar algo: es decirnos siempre una mentira.
Y tal vez necesitamos decirnos la mentira para luego saber cuando encontremos lo que queremos. Justo leí esto hace poco, sobre el primer amor:
La paradoja del primer amor es que para ser el primero, tiene que ser el segundo.
Y en un doble sentido, porque el primer amor (de la adolescencia) en realidad no es el primero, porque lleva la huella de la dependencia del amor infantil. Retrospectivamente, entonces, es el segundo. Y también lo es hacia adelante, porque solo cuando después de amar se vuelve a amar, es que el primer amor se vuelve tal.
Solo en la búsqueda de algo se encuentra lo que no es, y solo cuando se encuentre lo que no es sabremos cuando encontremos lo que sí es. Si no nos detenemos a pensar esto, tal vez nos la pasaremos siempre encontrando lo que no es.
Tenía que buscar soledad para entontrar compañía, creer que sola iba a volverme más fuerte para que llegaran personas a ablandarme, a derretirme. Tenía que buscar el silencio para que llegara la música —que de música estuvo tan lleno mi viaje—. Y tenía que buscar la música para que llegaran las palabras, para pensar en todo esto.
Y sobre los caminos que llevan a otra parte —y porque últimamente siempre que escribo pienso en Dios—, pienso que tal vez por eso solo el dolor más real, el que nos presenta la muerte de frente, es el que nos acerca a Dios, porque solo por la grieta entra la luz1.
Entonces, ahora me pregunto, ¿qué es lo que debo buscar para encontrar lo otro que quiero? ¿Qué camino debo tomar para desviarme? ¿A dónde debo mirar para ver el punto ciego? ¿Hacia dónde debo ir para volver?
Gracias por leer.
https://genius.com/Lana-del-rey-kintsugi-lyrics
"Tenía que buscar soledad para entontrar compañía, creer que sola iba a volverme más fuerte para que llegaran personas a ablandarme, a derretirme". Un texto muy hermoso!✨️